Negociando Con El Diablo Libro.pdf NEW!
Existe el diablo? En este libro no habrá conjeturas sobre su existencia, sino sobre lo que representa para nuestra vida su sola mención. Para algunos es el espíritu del mal y otros lo personalizan: en su pareja, en su jefe, en sí mismos o en cualquiera de los ángeles rebeldes expulsados del cielo. Dentro de la literatura, los que quisieron negociar con él no tuvieron un final feliz. Si habita en nosotros, resulta peligroso y difícil de reconocer; es un fantasma instalado en nuestro inconsciente. Puede aparecer en la mitad de una negociación, meter su cola y estropear todo aquello que fuimos construyendo. Debemos encontrar los medios en cada uno para desenmascararlo, descubrir la ficción que nos hace prisioneros y liberarnos.Sergio Kaplan nos ofrece un trabajo indispensable. Su formación en disciplinas netamente prácticas, como Sistemas o Administración, y otras encuadradas dentro de las Ciencias Sociales junto a su amplia experiencia en Negociaciones, le permiten desarrollar una propuesta interesante, comprensible y sumamente aplicable para todo aquel que procure alcanzar una mejoría en las negociaciones que deba encarar. Por eso nos dice: "No sé si se podrá vivir más, pero es posible vivir mejor".
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5. Su contraparte no está preparada para negociar y está negociando sin fundamento. Por ignorancia aceptará un trato que a usted lo beneficie mucho y a él no, lo que generará que luego incumpla el pacto.
7. No fue Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes; él todo lo creó para que subsistiera... Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen (Sb 1, 13-14; 2, 23-24).
El Evangelio de la vida, proclamado al principio con la creación del hombre a imagen de Dios para un destino de vida plena y perfecta (cf. Gn 2, 7; Sb 9, 2-3), está como en contradicción con la experiencia lacerante de la muerte que entra en el mundo y oscurece el sentido de toda la existencia humana. La muerte entra por la envidia del diablo (cf. Gn 3, 1.4-5) y por el pecado de los primeros padres (cf. Gn 2, 17; 3, 17-19). Y entra de un modo violento, a través de la muerte de Abel causada por su hermano Caín: Cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató (Gn 4, 8).
Lo mismo sucede en la misión de la Iglesia desde sus comienzos. Ella, que anuncia a Jesús como aquél que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hch 10, 38), es portadora de un mensaje de salvación que resuena con toda su novedad precisamente en las situaciones de miseria y pobreza de la vida del hombre. Así hace Pedro en la curación del tullido, al que ponían todos los días junto a la puerta Hermosa del templo de Jerusalén para pedir limosna: No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, ponte a andar (Hch 3, 6). Por la fe en Jesús, autor de la vida (cf. Hch 3, 15), la vida que yace abandonada y suplicante vuelve a ser consciente de sí misma y de su plena dignidad.
A estas alturas de la guerra, al ejército de Stalin le iba bastante bien, por lo cual los otros líderes querían que los ayudara. A cambio de ello le prometieron apoyar a su gobierno y también darle la mayor parte de Polonia oriental. Churchill y Roosevelt pensaban que lo que exigía Stalin era un precio muy barato por ganar la guerra. Pero muchos otros de los que vivían en el Occidente (entre ellos Orwell) consideraban que sus países se estaban vendiendo y peor aún, haciendo un pacto con el diablo al negociar con un dictador.